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PUBLICADO EL
04.07.2017
Milagro Sala recibió la distinción "Francisco Paco Urondo"

El pasado sábado 1º de julio, una delegación del Consejo Directivo de la Facultad viajó al penal de Alto Comedero de Jujuy e hizo entrega a Milagro Sala - referente de la Organización Barrial Tupac Amaru y Parlamentaria electa del Parlasur -  de la distinción "Francisco Paco Urondo", otorgada por medio de la Resolución Nº 3264/16 del Consejo Directivo.

Compartimos una carta escrita por la profesora Inés Vázquez, integrante de la delegación que narra el encuentro con Milagro Sala y la entrega del premio: 

Al Consejo Directivo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA
Al Comité por la Libertad de Milagro Sala de Filo

Compañeras y compañeros:

No sé cómo ustedes imaginaron la ceremonia de entrega de la Distinción “Francisco Paco Urondo” a Milagro Sala; cómo la imaginaron en una cárcel que mantiene encerradas a cuatro de las presas políticas del país, una cárcel que hace pocas semanas disfrazó de “oficina” su celda de castigo, habitada por Milagro en más de una ocasión, una cárcel que ese mismo día impidió la entrada de fotos de la campaña de solidaridad desarrollada por nuestro Comité, sólo porque allí estaba su cara, repartida en cara de todos y todas. No sé cómo imaginaban la ceremonia en esa cárcel. 

Tal vez, la presencia del sol de Jujuy, la silueta de la precordillera en el horizonte, los pies sobre la tierra, ayudaron a transformar, por unos instantes, el espacio represivo. Rodeada de su familia: esposo, hija, nietos y otros parientes amables y silenciosos, y de sus compañeras de prisión (Milagro pidió que esperáramos a que estuvieran todos ellos para comenzar), recibió la distinción de manos de Américo, con pocas palabras, las necesarias, y un gran aplauso que se elevó a los aires y  le sacó algo de cárcel a esa prisión. En esos instantes de fragilidad y potencia singulares, tal como quería Paco Urondo, la única irreal pasó a ser la reja del encierro. Y la verdad, la libertad, la comunidad entre las y los miles que somos -llegados allí, esta vez, con nuestros pasos-, se tornó real, concreta, palpable. Por unos instantes.

En las casi cuatro horas que compartimos, Milagro no habló de su situación, de sus padecimientos; preguntó, en cambio, sobre la realidad política que vivimos, sobre el acto de Cristina en Arsenal, sobre la represión en la 9 de Julio, y sobre lo que se respira en las calles. Quiso saber de eso. Y opinó, en rueda de debate político, sobre la unidad imprescindible hoy para enfrentar al enemigo. Dijo discutamos todo lo que se crea necesario, pero en unidad, mientras los chicos iban y venían con solicitudes parejamente sustanciales como ayudar a hacer fuego con dos maderas. Milagro los ayudó y en eso deben estar todavía Amaru y Catriel, pibes que además, hacen las preguntas justas que los más crecidos también nos hacemos y no siempre logramos responder.

Al comenzar a despedirnos, advertí las piedras colocadas en redondo sobre el pasto, a un costado de donde habíamos conversado largamente en rueda de mates. La apacheta, dijo Milagro, la hicimos en jueves de comadres de este año y tuvieron que aceptarla. Algo no previsto, creo yo, nos convocó a ese otro instante de rejas irreales: ofrenda de tabaco pitado en común con la madre tierra. Cada una y uno de nosotros, encendió un 43/70, pitó y lo colocó en la base de la apacheta, formando un círculo humeante. Y nosotros, también, en círculo, secretamente encendidos. Todos los cigarrillos ardieron hasta el final, Milagro habló entonces de la armonía del instante y la aceptación que la pachamama nos brindaba. Jallalla fue el grito de festejo, encomienda, esperanza, en su voz. 

He visitado a varios presos y presas políticos en dictadura y democracia. Familiares, combatientes, jóvenes, militantes del pueblo. Los “catorce presos heredados de la dictadura”, los presos de La Tablada, nuestra compañera Graciela Daleo haciendo valer la dignidad frente a la impunidad de los genocidas, mis propios hermanos. A todos ellos y ellas los recuperamos con lucha, solidaridad activa, y claridad para identificar al opresor.  Nos cabe, con Milagro y sus compañeros, el mismo camino, más lo distinto de los nuevos contextos. Tenemos que inventar formas de lucha que apliquen hoy y con-muevan la multitud estudiantil, docente, graduada y no docente de nuestra facultad. Esa es la responsabilidad que nos trajimos de vuelta. La encomienda, la esperanza, para el futuro festejo.

Saludo la decisión del Consejo Directivo de crear esta distinción y de entregarla de manera “extraordinaria” a la luchadora Milagro Sala. Reivindico ese término en toda su amplitud, pese o con las controversias que entraña. Nosotros, la pequeña delegación de Filo en Alto Comedero-prisión, también fuimos catalogados en el laberinto de oficialas, penitenciarios y requisas atravesado hasta abrazar a Milagro, como “visita extraordinaria”. Y vaya si lo fue. Tomemos nota pues, e inventemos lo extraordinario que nos requiere el estado de excepción en el que, paulatinamente (y no tanto) vivimos, para contrarrestarlo.

Agradezco al Consejo Directivo y a las autoridades de la Facultad las atenciones puestas para el logro de este viaje histórico en los 120 años de existencia de nuestra casa de estudios; a la base de apoyo de compañeros y compañeras de la Tupac, en Jujuy, que nos mostraron lo que fue, lo que sigue siendo y de algún modo, lo que podrá ser esa organización de gente trabajadora, afectuosa y valiente; y, en particular, al Comité que integro, por la delegación en mi persona de nuestros comunes deseos de libertad y justicia. 

La pacha dio permiso, esos fuegos no se apagaron, esos chicos siguen frotando dos palitos encontrados por ahí, en la prisión de Alto Comedero.

 

Comité para la Liberación de Milagro Sala